Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Esa jornada no había sido la excepción, el trago había envalentonado a algunos empleados, que decidieron decirles unas cuantas cosas a sus respectivos jefes, el lunes por la mañana. Ramiro sabía que esto no sucedía y que muchos de ellos, de seguro, en una próxima jornada mojada, estarían acordando nuevamente lo mismo. Después de agradecer la invitación, Ramiro se excusó y decidió retirarse, así los empleados más tímidos tendrían libertad para soltarse. No obstante, como era ya común, varios se aprovecharon de esta instancia para evadirse del asedio de los más buenos para el trago. Ramiro observó directamente a Corina y ella presa quizá de algún temor interno, no quiso acompañarlo. En tales circunstancias, ofreció llevar a algunos de los que se retiraban.

De vuelta a casa, Ramiro enfiló por Marina y se encontró con todos los semáforos en color amarillo intermitente.

Eran las tres de la mañana cuando besó a su mujer y procedió a acostarse; Lorena apenas despertó, musitó algo dulce y lo abrazó por los hombros. Ambos se durmieron.

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