Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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–¡Adelante! Está abierta
–¡Hola! Soy yo.
Corina estaba allí en el umbral.
–¡Pero qué sorpresa! –exclamó alucinado–. Pensé que ya te habías ido.
Con el rostro lleno de alegría, la mujer respondió:
–Yo también había pensado lo mismo, pero cuando bajé a marcar tarjeta creí verte cruzar desde los baños.
–¡Sí! Me estaba encontrando conmigo mismo –rio burlonamente y prosiguió–: recuerda que hoy tenemos la pagada de piso del Joaquín Fernández.
–No lo he olvidado –contestó celosamente–. Lo que pasa es que no tengo donde ir, así que decidí quedarme un rato más y aprovechar de terminar algunos oficios que estaban pendientes. Así hago hora.
–Siempre tú y tu desinteresada entrega, ¿no? –dijo moviendo la cabeza–. Bueno, todavía es temprano –agregó–, así que nos queda bastante tiempo por delante. –Luego, mientras terminaba de guardar las cosas, le interrogó–: ¿Tienes algún otro compromiso?
–¿Yooo? –preguntó, azorada–. Sabes perfectamente que siempre me quedo aquí hasta última hora. No es que eso me deleite, pero a mi casa llego solo a preparar el almuerzo para el día siguiente y a acostarme totalmente rendida.