Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Permiso, señor!

El aludido se retiró un poco de la mesa y esperó a que depositara la taza frente a él. Carraspeó levemente y terminó preguntándole:

–¿Se le ofrece algo más?

–¡No! –dijo él, un tanto nervioso–. Muy amable.

El éxtasis que sintió al darse cuenta de que aquellos pechos enormes y bien formados, casi le habían acariciado el rostro, fue mayúsculo. Tuvo la incontenible tentación de tomarla por la cintura y desabotonarle allí mismo el vestido, para luego sumirse entre ese exquisito par de senos, que de seguro nunca habían sido succionados como él lo podría hacer; pero no era posible... al menos en ese momento.

Mientras el grupo continuaba intercambiando opiniones de diversas materias, Ramiro, inmerso en alucinantes pensamientos, no dejaba de observar el accionar de su secretaria. Eres una mujer exquisita, le transmitía, casi moviendo los labios. Ella, que se daba cuenta de aquellas miradas, le contestaba telepáticamente frases como: Todo lo que deseo es que me hagas tuya, quiero que me recorras entera, acompañando cada una de ellas con pequeñas sonrisas llenas de encanto.

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