Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–Entonces, tendré que buscar a otra persona. Usted sabe que no es algo personal, ¿verdad?

–La mujer asintió con la cabeza.

–No se preocupe, señor, lo entiendo. Me doy cuenta de lo mucho que ustedes trabajan y que les es necesaria una persona a tiempo completo. Y por mí... pierda cuidado, creo que también necesito un descanso.

–Gracias por entenderme, Sarita. Ahora el problema es encontrar a alguien.

La mujer sonrió con picardía, mientras observaba la desesperación de su jefe. Este arqueó las cejas sin comprender.

–También le tengo a la persona precisa.

–¿Cómo? –inquirió, incrédulo.

–Sabía que esto de un momento a otro iba a suceder. Hablaré con una niña que tengo de allegada en mi casa y, si acepta, se la mandaré mañana mismo para que usted la vea.

–¿Y es de confianza?

–Es jovencita, pero de absoluta confianza –respondió con firmeza. Ramiro movió compulsivamente los hombros y se incorporó para despedirse.

Cuando hubo quedado solo, se dirigió a la cocina y abrió el mueble de la despensa. Sacó una botella de coñac Napoleón y se sirvió un corto. Necesitaba algo que le quemara las tripas. Caminó hasta el dormitorio de Cristián y comenzó una alegre conversación con el pequeño, hasta que este se quedó dormido.

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