Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–Bueno –acotó ella–, característico en los ejecutivos actuales.

–No me mires a mí –dijo Ramiro.

–¡Descuida, amor mío! Te conozco perfectamente. Tus entretenciones son de otra índole.

Costó un poco superar ese pequeño gran silencio. Sin embargo, ella lo aprovechó para comunicarle que al día subsiguiente saldría hacia la Octava Región –nueva división territorial impulsada por el gobierno–, como parte de un equipo de trabajo, y que su estada allí sería aproximadamente de siete días. Ramiro la miró y se encogió de hombros, sonriéndole.

–¡Qué puedo hacer yo! Parece todo resuelto, ¿no?

La mujer intentó hilvanar una respuesta, pero él, dejando de lado sus quehaceres, se acercó y la alzó en los brazos, que no eran musculosos, pero sí fuertes. Caminó hasta el dormitorio y cerró la puerta con el pie, la depositó con delicadeza sobre la cama y la besó con toda pasión. Luego, dejó caer su bata blanca. Lorena reaccionó como él estaba acostumbrado. Sus manos se aferraron a las bien formadas nalgas y, doblando el cuello, acercó los labios a aquel pene aún flácido, que poco a poco iba ocupando más espacio en su boca. Él le desabrochó el sostén, que cubría la mitad de esos senos preciosos y se los acarició.

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