Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Eres incorregible! –le manifestó, metiéndose rápidamente bajo la ropa de cama.

–¿Qué he hecho ahora? –interrogó, haciéndose la víctima.

–¿Cómo qué he hecho? Te parece poco no haberme avisado que había otra persona en la casa.

–¡Ah, mi amor! No ha sido nada. Estoy seguro de que tus gemidos no los escuchó nadie más allá de la cuadra.

Lorena se hincó sorpresivamente y tomando la almohada la lanzó de lleno a la cabeza de su esposo. Este se cubrió la cara con las manos y se tiró prestamente bajo la cama, dejando al descubierto todas sus nalgas bronceadas y peludas.

–¡Así te quería pillar, briboncito! –gritaba, mientras descargaba una seguidilla de almohadazos sobre ellas.

–¡Por favor! ¡No me golpees más! –clamaba el castigado, pataleando a diestra y siniestra. Advirtiendo luego–: ¡Llamaré a los carabineros!

–Si quieres puedes llamar a tu misma abuelita. Lo que es yo, no te dejaré salir de ahí –sentenció.

–¡Ten piedad! Nunca más lo haré. ¡Por favor!

Una vez Lorena hubo aceptado la tregua, en aquel combate post sexual, ambos se metieron bajo las sábanas, extenuados y llorosos de tanto reír. No obstante, aquella alegría solo disfrazaba en parte lo que Ramiro pensaba; sin embargo, no era el momento más adecuado para tratar aquellos temas. Se despidieron con un beso fresco y liviano y él estiró el brazo para apagar la luz.

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