Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–Buenas tardes, Ana María –saludó Ramiro con simpatía.

–Buenas tardes, don Ramiro. ¿Cómo estuvo su día?

Él que ya caminaba hacia el living, frenó bruscamente y volvió con lentitud la cabeza; no se esperaba esa atención.

–Bien... muy bien. Y... ¿tú?

–Contenta –contestó de un viaje. Echó atrás las manos y colgó los pulgares en el nudo del delantal–. Cristiancito está dormido. Se portó muy bien pese a no conocerme todavía. ¿Va a tomar once, o va a cenar inmediatamente?

Ramiro estaba desubicado. Tanta amabilidad y esmero por parecer y caer bien, le habían sacado de su esquema monótono de todas las tardes. Hasta pensó: Así, quién no llega temprano, poh.

–Mira... ¿por qué no me traes un café chico por ahora? Más tarde a lo mejor como algo.

Antes de que Ana María saliera disparada hacia la cocina, Ramiro inquirió:

–¿Qué hiciste de almuerzo?

–Tallarines con salsa y harta carne –señaló, orgullosa.

–¡Ajá! Me encantan. A la cena los vamos a probar.

–Perdone, pero ¿cómo le gusta el café? –preguntó Ana María de pronto.

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