Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Instintivamente disparó la tercera colilla a través del aire marino y se dio vuelta, encontrándose a boca de jarro con su mujer que acababa de llegar. Tras la sorpresa, se besaron, y él pudo oler el suave licor impregnado en el aliento de Lorena.

–¿Qué tal, mi pequeña? ¿Cómo anduvo todo?

–¡Bien! –exclamó contenta–. Por fin logré zafarme a las cinco.

–¿Ah, sí? Me parece justo –masculló Ramiro–. Y las muchachas, ¿qué contaban?

–¿Ellas? ¡Puf! Entusiasmadas y súper contentas porque al fin pudimos salir juntas a disfrutar de un after office.

Apretó los codos y metió la cabeza entre los hombros, en un gesto de que sentía frío.

–¡Entremos! –la conminó Ramiro, acurrucándola contra él.

–¿Y se puede saber qué hacías afuera con este fresco?

–Solo me fumaba un cigarrillo y pensaba un poco. Solo eso. Nada más.

–Pensabas... ¿en mí? –preguntó, mientras se acomodaba en el diván, como era típico en ella, con una pierna recogida por debajo de la nalga contraria.

–¡En ambos! –dijo secamente–. Hoy me he dado cuenta de lo rico que es llegar temprano y que te estén esperando para ofrecerte un té, café, o lo que sea…

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