Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Hum! No sé si el horario será el adecuado.

Movió el brazo para que el reloj cayera hacia la muñeca y observó que eran las once y media. Luego decidió que, por ese día, podían hacer una excepción.

–Y también nos serviría para una tregua, ¿no crees?

CAPÍTULO 5

En un pueblo de más al norte –payaría un eximio compositor–, nadie le arruinaría la vida a Ramiro Torres, pensó. Estaba decidido a no echarse a morir mientras Lorena estaba en Concepción. Haciendo de tripas corazón, el sábado, bien de mañana, preparó el auto con algunas cosas para pasar hasta el domingo cerca de la cordillera. Todavía no sabía dónde, pero su espíritu aventurero lo había convertido en un experto para buscar lugares donde otros no llegaban. En esta oportunidad, lo acompañarían Ana María y un matrimonio amigo.

A las nueve, salió del estacionamiento rumbo a la casa de los suegros, quienes se quedarían con Cristián. A él le habría encantado llevarlo, pero lamentablemente el pequeño estaba un tanto resfriado y el frío de los cerros le podría hacer mal. De todas maneras, dejarlo con sus abuelos había sido una mutua decisión y, además, mataría dos pájaros de un tiro: estaría bien cuidado, pues a ellos les llenaba de felicidad disfrutar del nieto y, por otro lado, no se le irían a meter a su casa por largo tiempo.

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