Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Ramiro, mientras la contemplaba, tuvo la extraña sensación de estar asimilando aspectos y situaciones de esa narración similares a las que su propia madre había vivido, un poquito más al interior, en Villarrica. También reconoció que la combinación de razas había hecho de esta chiquilla una criolla bastante bella, concordando con esa primera impresión de...

Ana María prosiguió:

–A los diez años perdí a mi mamita. Hasta el día de hoy no tengo claro cómo, ni por qué.

Hizo una pausa para reflexionar y Ramiro aprovechó para preguntar:

–¿Murió o se fue de la casa?

–Murió –contestó–. Desde ahí se complicó mi existencia. Mi papá no quiso seguir manteniéndome, según me dijeron algunos, para dedicarse con mayor preocupación a mis dos hermanos hombres, y fui a caer en las garras de unos tíos que vivían más al norte.

Tomó aliento, como disponiéndose a recordar lo peor y continuó:

–Ellos se aprovecharon de toda mi inocente adolescencia. Me explotaban mandándome a vender quesos al terminal de los buses interprovinciales, sin recibir un mísero centavo a cambio; ¡si ni ropas decentes tenía! –recordó con pena. Ramiro le pasó la mano por el pelo y ella se la apretó suavemente entre la mejilla y el hombro; enseguida retomó el relato–: Lo peor de todo, don…, es que ese viejo desgraciado, que decía ser mi familia, ¡ojalá se revuelque en el infierno!, me pasaba a buscar todas las noches en su destartalada camioneta, me llevaba hasta una barraca abandonada y se aprovechaba sexualmente de mí; aunque solo me comenzó a penetrar cuando cumplí los trece años. Fueron varias las veces, yo no le decía nada a nadie, porque me daba cuenta de que no me creerían y saldría más perjudicada.

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