Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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En ese momento no aguantó más y rompió a llorar. Ramiro bajó de la piedra y la abrazó contra el pecho.

–Llora, llora. Desahógate. Es necesario echar todo eso fuera.

Ana María se mantuvo así durante un corto rato. Al superar la agitación, se apartó de su protector, dio un brinco hasta el suelo y se pasó los dedos por las humedecidas mejillas. Lo observó cabizbaja, como avergonzada de ese pasado que había dejado en ella huellas imborrables, y esperó. Esperó quizá un reproche, una mirada burlona o un sarcástico comentario, sin embargo, nada de ello ocurrió. Aquel hombre había entendido que no era el momento de seguir haciendo preguntas. La abrazó por los hombros y caminaron.

–No temas, cariño –le dijo–. Tendrás muchas oportunidades en la vida para rehacer esos malos momentos.

Le levantó la barbilla con el índice y agregó:

–Y si así tú lo deseas, podrás seguir estudiando; nosotros te ayudaremos.

La joven estaba tiritando de emoción. Aquel abrazo sincero del hombre que había empezado a admirar y la firmeza de sus palabras, le habían hecho olvidar por un instante todos los malos momentos de su vida, lo cual le infundió más fuerza.

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