Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¿Y está arrepentido? –inquirió preocupada.

–Por supuesto que no. O por lo menos aún no me has dado motivo para ello.

–Qué bueno –dijo, conforme–, porque pese al poco tiempo, ya me he empezado a encariñar con ustedes.

Era realmente digno de comparación recordar el primer día que apareció en el departamento y la forma y gracia que había adquirido desde entonces. Si hasta más mujer parece, se decía Ramiro para sí. Se incorporó desde donde se encontraba encuclillado y propuso volver al campamento. Para ello acordaron hacer una carrera de ingenio. Él tomaría un sendero diferente por entre los árboles y arbustos y ella tendría la garantía de devolverse por el camino que ya habían recorrido. Ana María lo miró con los ojos bien abiertos y sin esperar la partida se lanzó a correr.

Había caído la tarde cuando ella apareció corriendo junto al automóvil. Su rival solo lo hizo al cabo de un buen rato. La pareja de amigos los recibió fríamente.

–¡Ramiro! –dijo Paulo–. Quiero hablar algo contigo.

–Dime, ¿de qué se trata? –preguntó, dispuesto.

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