Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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–¡Ponte cómoda nomás! –la autorizó–. Yo también me las sacaré y me prepararé un trago. ¿Me acompañarías con uno?

–A lo mejor usted no me va a creer, pero nunca he probado el licor –aseveró la joven.

–Si tú lo dices, mi obligación es creerlo. Solo tú puedes decidir qué quieres.

–Por ahora solo tomaré jugo, en otra oportunidad le aceptaré uno, siempre y cuando usted me enseñe a beberlo.

–¡Claro que sí! –dijo él, con inusitado entusiasmo–. Te enseñaré a preparar unos muy ricos y suaves, así también... otros fuertes y venenosos.

Los ojos de la muchacha casi se salieron de su órbita. Él, vista su preocupación, la calmó riendo. Luego le explicó que ningún trago, normalmente preparado, iba a matar a nadie. A pesar de que uno fuerte, sin saber tomarlo, puede provocar un malestar no deseado.

Una vez aclarado el punto y ambos ya relajados, comenzaron un par de manos de instrucción. Él le explicó primero los valores de cada una de las cartas y la función de los comodines, luego cómo se formaban los tríos y las escalas y el puntaje necesario para bajar o irse respectivamente. Al repartir las primeras cartas, Ramiro se ubicó directamente detrás de ella. Tomó su mano izquierda suavemente y comenzó a enseñarle el orden de la baraja. El hecho que Ana María fuera zurda, cambiaba absolutamente cualquier esquema, lo cual entorpecía un tanto la enseñanza. Sin embargo, aquello hacía de esa jornada nocturna, un maravilloso pasatiempo para ambos.

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