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CAPÍTULO 6

El predio donde se ubicaba la estupenda Iglesia Anglo Cristiana del Único Sendero, ocupaba casi toda la extensión de una manzana en el exclusivo barrio de Los Girasoles. El gran salón podía acoger unos cuatrocientos fieles cómodamente sentados, sin contar al gran coro vocal compuesto por casi ochenta almas, que tenían su ubicación en el altillo, en la parte posterior. Tanto las paredes laterales como las pilastras que dividían el gran salón en tres naves longitudinales eran de piedra de cantera labrada. Sobre el altar, elevado a casi un metro del suelo, había una larga mesa de mármol rectangular ubicada transversalmente, cuyas dos puntas se levantaban cóncavas sobre el nivel central. La barandilla que flanqueaba el ara, era de fierro fundido, torneado artísticamente por manos hábiles, y los dibujos en bronce simbolizaban las peores luchas ancestrales entre el bien y el mal. Cabezas de león, dragones, serpientes, espadas, dardos y ángeles, eran la tónica. Ramiro nunca se había preocupado de entender estos símbolos, ni el porqué de la opulencia de algunos templos cristianos, pero sin duda era uno de los temas espinosos dentro de la orden clerical. De todas maneras y a todas luces, la austeridad religiosa no era algo habitual.

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