Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн
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Pasadas algunas horas, y fuera de las instancias del juego, su cabeza, entusiasmada por el licor del cóctel, empezó a proyectar imágenes del cuerpo suave y tierno de su contrincante, sobre todo cuando se rozaban al acercarse el uno al otro. La libido, azuzada por la frecuencia del contacto físico y la mirada ingenua y dulce de la chiquilla, lo estaba haciendo sentir incómodo. Tomó sus cartas y las depositó en el montón.
–¡Pero todavía no hemos terminado! –protestó ella.
–¡Es verdad! –le confirmó él–. Tú has ganado.
–¡Ea! –exclamó, alborozada.
–¡Mis felicitaciones!
Él alargó el cuerpo y la besó en la frente. Ana María cerró los ojos y soñó por un instante.
–Gracias... –masculló.
Ramiro estiró los brazos hacia lo alto y lanzó un largo y sonoro bostezo, provocando la hilaridad de ella.
–¡Huy! Faltó poco para que me tragara –dijo, en forma no insolente.
–Lo que pasa es que me bajó todo el cansancio y estoy sintiendo que ya me debo acostar. Mañana no puedo relajarme demasiado. Debo hacer algunas cosas en el departamento y después ir a buscar a Cristián, no muy tarde.