Читать книгу Exabruptos. Mil veces al borde del abismo онлайн

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Mientras don Carlo escuchaba atónito esta decisión, su padre lo había tomado por los hombros, instándolo a caminar hacia la bodega.

–¡Vamos, hijo! Aquí no hay nada más que hacer.

–¡Pero, por favor, maestro! No es para tanto la situación.

–¿Qué no es para tanto? ¿Qué haría usted si un día voy, entro a su casa, me bajo los pantalones y me cago en su lindo living?

–¡Ah! Pero eso no guarda relación, pues, maestro.

–¿Cómo que no guarda relación? Su mujer hizo algo peor que eso, se cagó en mí y en mi familia... y eso... ningún ser digno lo puede aceptar. ¡Adiós, don Carlo!

A contar de ese día, su padre no había trabajado más en la construcción. Se compró un caballo y un equipo de cultivo y aró la tierra para sembrar choclos, porotos, tomates, y otros, de acuerdo a la temporada. Agrandó el gallinero y cobijó en él a más de cien gallinas y otra cantidad similar de patos. Asimismo, de una pareja de canarios obtuvo, a la vuelta de un año, alrededor de setenta pájaros. La continua preocupación por los animales, el sembrado y el regadío, lo había mantenido ocupado permanentemente hasta el inicio de estos acontecimientos políticos.

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