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Sin embargo, creo que crecí sintiéndome ajena a él y mi madre se encargaba de hacérmelo sentir permanentemente, ella no me permitía abrazarlo, ni sentarme en sus piernas, ni ninguna expresión de afecto y me parece que a él tampoco le importaba hacerlas, más bien yo sentía que me dejaba hacerlo por cumplir, era como si nada fuera suficiente para que me quisieran; me ignoraban, no me veían.

Mi madre tuvo otros hijos, “mis hermanos menores” y dada la situación económica, comenzó a trabajar muchas horas, así que no recuerdo quien, durante esos años, estuvo a cargo de mi cuidado y el de mis hermanos; creo que padecimos aguda soledad durante esos años.

1.4.- Aprender a callar “NO DIGAS NADA”

Una noche -recuerdo tener 12 años-, en horas previas de hacer la primera comunión, mi madre salió a una comida de su trabajo, yo y mis hermanos quedamos a cargo de mi papá José, en realidad, mi padrastro, pero a quien, durante muchos años, lo llamé papá, pues, como mencioné anteriormente, yo sentía que lo era.

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