Читать книгу Incursiones ontológicas VII онлайн
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Ya la conversación estaba tensa, aireada y con un tono muy alto, así que como conclusión de mi última respuesta, volvió a su tercer reclamo, en donde me decía, “Si ves, acá está la grosería, la falta de respeto, ¿Se te olvida que soy tu cliente?”. Yo ya no tenía cabeza, estaba pensando con las vísceras, con las tripas, mi cerebro reptil solo quería hacer daño, maltratar, me salí totalmente de mí, y mi respuesta fue, “Cómo no quiere que me ponga así, si lo que usted quiere es que todo se le dé como quiere, solo veo en usted una flojera para hacer las cosas y no aprender”. Esta fue la gota que derramó la copa, ella comenzó a decirme que cómo una persona que llevaba tanto tiempo creciendo como profesional, que había pasado por tantas empresas, que tenía la formación y el cargo gerencial que yo tenía, era capaz de permitirse hablar y responder como lo hacía, que yo era un afortunado de la vida por estar donde estaba y antes debía agradecer por tener la oportunidad de trabajar donde trabajaba; era claro que todas estas palabras venían de su carencia, de lo que ella veía quizás como carencia propia, pero el tono en que lo decía para mí, venía desde la víctima más abusada que hubiera existido. Así que, de parte y parte, ya no había razón en cada respuesta; esto fue un vaivén de respuestas ofensivas, defensivas e hirientes que se extendió por varios minutos, llegó un punto en donde literalmente me cansé, me aburrí, me quería ir, colgar y no tener que escuchar más todo lo que sucedía, así que le dije, “Mire, sabe que, dígame ya todo lo que necesita, todo lo que quiera que yo haga y lo hago sin decir una palabra, no me interesa entrar más en esta conversación, si lo que quiere es que yo haga lo que usted quiera, pues así lo haré, pero no más con esto”. Aquí, esta señora enloqueció con sus comentarios, comenzó a decirme que si es que yo no entendía lo que ella decía y lo que pedía, la verdad fueron un montón de comentarios que siendo muy honesto ya no escuche, borre de mi ese espacio, lo anule, desde mi última frase ya no me intereso escuchar más, ya me había rendido, la propuesta que hice, grosera, desafiante y poco profesional a mi parecer, era la última que iba a aceptar así que guarde silencio por un buen espacio de tiempo y cuando termino de hablar, volví y le mencione, “Desde hoy todo lo que pida y solicite lo hago, no tengo más que agregar, ya estoy cansado de esta conversación”. Viendo esta mujer que yo no iba a hablar más, lo único que pudo decir para cerrar fue, “Tranquilo, que ya sé con quién es que me estoy relacionando”. Me sonó a amenaza, pero ya no tenía más fuerzas para seguir conversando, así que lo que hice fue tirar el teléfono.