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Basado en lo comentado hasta ahora, quisiera relatar una experiencia propia en donde se ve vinculada mi dignidad en un evento de un grupo de personas, como lo definí anteriormente, donde existía una dignidad colectiva y en donde también una única persona, basada en su definición de dignidad, evaluó la mía y saco sus propias conclusiones respecto a mi dignidad personal.

Solo quiero agregar que, al traer esta experiencia a este escrito, deseo mostrar desde dónde mi dignidad tenía lugar, cómo fue transformada y cómo desde ese momento inicia un camino de reformulación, comencemos entonces.

Es común que cuando salgamos del colegio continuemos la relación con un grupo de amigos, que mantengamos esa amistad, ese lazo tan fuerte que se forma al compartir casi toda la primera parte de la vida con las mismas personas; es inevitable que, después de tantos años, no se generen condiciones y reglas de vida en común, gustos, deseos, inclusive poder vincular los mismos pecados a cometer y que los demás sean cómplices de si son ejecutados o no, esta relación es tan estrecha, que podemos decir, genera un tipo de dignidad colectiva, todo lo que se forma allí y se establece, que no fue escrito ni determinado por nadie, si no las experiencias y el tiempo juntos fueron dictaminado la definición y las condiciones, construyen el ser dignos a seguir perteneciendo a este grupo, invisiblemente se crean los límites de pertenecer, validando la posición de estar vinculados allí.

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