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Después de todo este recorrido, quisiera finalizar indicando que todo apunta a que los límites de la dignidad colectiva se encuentran delimitados por los límites de nuestra propia dignidad, si somos y nos mantenemos dignos de pertenecer, estaremos allí presentes y activos, incluso si se está muy cómodo podremos exceder los valores de dignidad grupal y destacaremos, pero si nuestra dignidad personal es transgredida, si nuestros límites y valores raíz son atacados, invalidados, expuestos a no ser valorados, esa cadena se romperá inmediatamente con consecuencias funestas generando el alejamiento permanente sin volver a aparecer algún tipo de reparación, de pronto en casos de patologías muy específicas pueda que la persona regrese, pero no trataré este tema en el escrito dado que entramos al dominio médico, dominio que debe ser explicado por expertos en el tema.
Así que quisiera concluir este capítulo con la siguiente frase:
Nuestra dignidad predecesora, la creada y construida a lo largo de nuestra vida, es el alma de las relaciones que mantendremos como seres humanos, y con nosotros mismos como personas dignas de estar en este mundo. (Rafael Acosta, 2020)