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Ahora, el tema era cómo retomar con mi esposa el camino de ser digno de seguir construyendo una vida con ella, después de todo lo que había pasado; debo confesar que me sentía triste, desolado, con una parte de mi vida incompleta, se habían ido mis amigos de toda la vida, lo que me mantenía de pie era que había puesto por delante el respeto a mi ser como persona perteneciente al mundo, no permití que me invalidaran, transgredieran los límites del respeto en mi hogar y, sobre todo, había identificado que no permitiría que la regla invisible de anteponer los amigos por mi esposa, se aplicara, toda esta mezcla de cosas me llevó a priorizar lo construido con ella, por sobre los largos años de unión y amistad con mis amigos.

Lo importante de todo esto fue la conversación que tuvimos con mi esposa después, donde hablamos de lo ocurrido, donde analizamos la situación y llegamos a la conclusión de reafirmar los compromisos y características de poder ser dignos, de seguir construyendo un espacio juntos; definimos y fortalecimos la dignidad de ser pareja, incluimos más cosas de las que ya teníamos como reglas base y afirmamos una creciente y duradera relación; esto permitió terminar de separar lo vivido con mis amigos y definitivamente consolidar mi espacio como pareja. Con mis amigos, las cosas estaban claras, en el espacio que había sido el punto de encuentro de la amistad, se habían transgredido las reglas de pertenecer y yo no iba a permitir que mi esposa estuviera detrás mío o de ellos; rompí una regla invisible que era pilar de la relación, desde este día fui excluido del grupo sin un comentario adicional, también debo aceptar que no hice mucho para intentar volver a pertenecer, ya algo se había roto allí, pero en mí se había definido mi dignidad como ser por encima del pertenecer a un grupo, todo apunta a que decidí darle muchísimo más valor a mi dignidad que a la de pertenecer a ellos.

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