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Habiendo visto esta experiencia puntual, quiero regresar a las preguntas que quedaron sin respuesta anteriormente, para recorrerlas una a una, ¿En dónde radica la fuerza interior que nos motiva a que pongamos nuestro valor de dignidad por encima de cualquier cosa? ¿Qué define esa dignidad propia? ¿De dónde tomamos la fuerza y la energía para seguir siendo dignos? ¿Qué se siente ser digno?
Parándome desde la experiencia que mencioné, inclusive siendo participe de las frases enunciadas por las figuras públicas que tomé como ejemplo, al parecer la fuerza motivadora para ser dignos está en la definición de las características inviolables que cada uno de nosotros, como seres humanos, tenemos de nuestra propia dignidad, cada uno de nosotros damos un juicio de lo que definitivamente no permitimos sea transgredido, es allí donde está la fuerza, la energía, el poder como seres humanos, y estas características están formadas y construidas por las experiencias que vamos teniendo en la vida, en mi caso el respeto por el otro y por lo que es mío vino de mi sistema familiar, de mis padres y hermana en donde la frase estrella que se decía era “Cuando se pierde el respeto se pierde todo ”; esto es vital en todo lo mencionado, porque parece que si es el sistema en el que naces el que te pone las bases de la dignidad como persona y en el camino de la vida la vamos puliendo, con lo que para nosotros nos hace ser dignos, lo que nos da ese empoderamiento, el estar presentes en la vida, la energía y vitalidad para vivir en el mundo, de ahí que cuando una persona no puede defender su definición de dignidad, la que construyo como su elemento constitutivo de vida, pueda llegar al sin sentido de vida, a la no dignidad total, quizás a autoexcluirse y no merecer más pertenecer a ningún otro lugar inclusive a no seguir estando en este plano terrenal.