Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

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A los pocos minutos, apareció en la escena otro personaje. Este hombre era un extranjero que no era bien recibido por los que vivían en esa ciudad. Esto no está pintando bien... Si hace un momento los dos hombres que venían de la iglesia no lo ayudaron, este menos lo haría, ¿no crees?

Para nuestra sorpresa este extranjero fue quien sintió compasión y, sin pensarlo dos veces, corrió a socorrer con bondad al hombre que estaba casi muerto al lado del camino. No le importó quién era ni de dónde venía. Lo cubrió, limpió sus heridas con especias costosas y lo vendó. Con mucho cuidado lo levantó, lo subió a su transporte y buscó un lugar donde cuidarlo.

Magaly

25 de febrero


¡Inmóvil!

“Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo” (Gálatas 6:2, NVI).

Me encantaba jugar al “inmóvil”. Era una niña ágil y podía correr para evitar que me atraparan. Con límites de espacio claros, para que el juego no terminara en la casa del vecino, el encargado de perseguir tocaba la espalda de los que corrían a su alrededor y gritaba: “¡Inmóvil!” El que recibía el toque quedaba inmovilizado, con la esperanza de que uno de sus amigos llegara para tocarlo y así poder salir corriendo libre otra vez.

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