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Mientras crecemos, podemos ir aprendiendo a ser compasivos, porque aunque seamos chicos, siempre tenemos la capacidad de ayudar de alguna manera a alguien que lo necesita. Puede ser perdonando un error, visitando un enfermo, o curando a un animalito. Siempre podemos ayudar porque siempre hay alguien más necesitado que nosotros. Solo hay que poner manos a la obra. Si alguien iniciara proyectos podría decir, por ejemplo:

–Vamos a juntar ropita que ya no nos entra para los niños del hospital.

–¿Qué tal si arreglamos juguetes y los llevamos el Día del Niño al orfanato?

–¿Hacemos una chocolatada para los chicos de comedor comunitario?

Sí, la compasión mueve a la acción. ¡Manos a la obra, entonces! Tus padres y otros adultos pueden orientarte y colaborar. Recuerda que somos parte de un mundo con cosas hermosas, pero también de cosas dolorosas. No podemos mirar para otro lado e ignorar la realidad.

Mirta

24 de febrero


Un extranjero compasivo

“El que se compadeció de él, contestó el experto en la ley. Anda entonces y haz tú lo mismo, concluyó Jesús” (Lucas 10:37, NVI).

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