Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

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 Cuando Ana, por falta de estudio, salió mal en su prueba de Matemáticas, para justificar su mala nota dijo que la profesora era muy exigente y que casi nadie aprobaba con ella.

 Cuando Pedro, por un error suyo, hizo que su equipo deportivo perdiera, le echó la culpa a la cancha, que no estaba en buenas condiciones.

 Cuando la mamá le preguntó a Jorge si él había comido las galletitas del frasco, él culpó a su hermanito Lucas diciendo que como él había comido primero, lo había tentado a comer también.

 ¿Te suenan conocidas frases como “mira lo que me obligas a hacer” o “mira cómo me has hecho enfadar”?

La costumbre de no hacerse cargo de los errores o equivocaciones propias no es nueva. Es tan vieja como el tiempo que llevamos en este mundo de pecado. ¿Puedes adivinar quiénes fueron las primeras personas en no hacerse cargo de sus errores? Sí, fueron Adán y Eva. ¿Qué fue lo que Adán le contestó a Dios cuándo le preguntó qué había pasado con el fruto prohibido? Le echó la culpa a Eva. ¿Y qué contestó Eva cuando Dios le pidió explicaciones? Le echó la culpa a la serpiente. Y desde aquel episodio hasta nuestros días, nada ha cambiado. Niños y adultos por igual buscan evadir la responsabilidad de sus actos culpando a otros, o culpando las circunstancias.

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