Читать книгу Un rayito de luz para cada día онлайн

134 страница из 144

Me imagino cómo se preparaban mentalmente los soldados cuando llegaba la época de estar fuera de casa. ¡Ya sabían lo que se esperaba de ellos! Sabían que era su deber cuidar de su pueblo. Sabían también que podían contar con su rey.

Sin dudas, no había otro como David. Era tan valiente que se habían compuesto cantos acerca de él. Y, por si fuera poco, era apuesto, consagrado, y encima ¡músico y poeta! Cuando estaban en el campo de batalla, los soldados seguramente miraban hacia donde estaba su erguido monarca y renovaban su coraje. Además, me imagino que David aprovechaba a inspirar a los soldados con cantos. ¡Qué gran rey! Era un honor luchar a su lado.

Ese año, sin embargo, todo cambió. El rey decidió quedarse en casa. ¿Crees que David sabía que sus soldados lo necesitaban? ¿Piensas que él conocía su responsabilidades? Yo creo que sí. Pero decidió enviar a Joab, y él se quedó. ¡No me preguntes haciendo qué! Pero seguramente nada muy útil, pues la Biblia dice que “una tarde, al levantarse David de la cama”, comenzó a pasearse.

Правообладателям