Читать книгу Nuestro maravilloso Dios онлайн
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Si habláramos de los personajes bíblicos a quienes consideramos como los grandes héroes de la fe, ¿qué nombres vendrían a tu mente? ¿Abraham? ¿Job? ¿Moisés? ¿José? ¿Rut? ¿Daniel? ¿Ester? ¿Elías? ¿Pablo?
No sé quiénes están en tu lista, pero una cosa es segura: hoy los conocemos como héroes de la fe porque todos enfrentaron duras pruebas. Todos estuvieron en el horno de la aflicción. Claro está, el solo hecho de enfrentar severas tribulaciones no los convirtió en vencedores. Las pruebas por sí solas no convierten a nadie en un héroe. Si así fuera, los ladrones y los fugitivos de la ley también serían dignos de admiración, porque no han salido de un problema cuando ya se están metiendo en otro.
¿Qué factor, además de enfrentar tribulaciones, permitió a estos hombres y mujeres tener sus nombres inscritos en el Salón de la Fama de la fe? En medio de sus pruebas, todos ellos pusieron su confianza en Dios. Al igual que David, cualquiera de ellos pudo haber dicho: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Sal. 23:4).