Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн
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Una vez que tuvo los recortes catalogados y ordenados, los guardó en las carpetas y volvió a colocar todo en el baúl a los pies de la cama. Eran las diez de la mañana cuando se llevó la taza de café al garaje, junto con dos sándwiches caseros envueltos en papel de aluminio. El garaje era una construcción separada de la casa estilo bungalow, con espacio para dos coches. Un sendero de cemento llevaba desde la terraza junto a la cocina hasta la puerta de servicio en la parte posterior. El portón principal del garaje daba al callejón. La noche anterior, Angela había permitido que su imaginación se desbocara imaginando pesadillas en las sombras cuando un gato saltó entre los contenedores de residuos. Esta mañana brillaba el sol y ya no sentía miedo.
Entró por la puerta de servicio y oprimió el botón de apertura automática del portón, lo que hizo que se levantara ruidosamente para dejar entrar la luz del sol. Como casi nunca iba al garaje, el lugar era incongruente con el resto de su hogar. Si el espacio le perteneciera a ella en lugar de a Thomas, lo tendría ordenado meticulosamente del modo en que necesitaba tener todo en su vida. Pero en cambio, era un caos de estantes abarrotados de libros vetustos y cajas polvorientas; había latas de pintura manchadas, de cuando Thomas y ella habían pintado el dormitorio; herramientas para reparar los coches, que Thomas apilaba en un rincón, y un viejo sofá que tenían pensado vender, pero nunca lo habían hecho. Estaba sucio y lleno de polvo, cubierto de revistas y periódicos viejos. Eso era lo que se había propuesto ordenar esa mañana.