Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн

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—Me esforzaré.

Él la besó en la frente otra vez, como había hecho cuando miraba televisión, y volvió a dedicarse a los platos.

—Llevaré esto afuera —dijo Angela, levantando la bolsa de basura cerrada.

Salió por la puerta de la cocina que daba al jardín trasero. Atravesó el cuadrado de césped y notó que la entrada de servicio al garaje estaba abierta. Estaba oscuro y la luz del garaje que salía por la puerta abierta formaba un trapecio sobre el césped. Recordó que mientras Thomas asaba el pollo, el esposo de Catherine —Bill, como acababa de recordarle Thomas— había entrado y salido varias veces del garaje. Eso la había puesto incómoda, pues el garaje estaba desordenado y lleno de trastos. A Angela le costaba mucho lidiar con el desorden y en un momento había pensado en cerrar la puerta con llave, para que el esposo de Catherine se diera cuenta de que debía quedarse en la terraza.

Cerró la puerta y salió por la cerca de alambre tejido al callejón a oscuras. Levantó la tapa del contenedor de residuos y colocó la bolsa plástica. Un gato siseó y salió disparado por entre los contenedores. Angela se sobresaltó y dejó caer la tapa; el sonoro ruido metálico reverberó por el callejón. Angela soltó un grito. Los perros del vecindario comenzaron a ladrar.

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