Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн
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LAS CONSECUENCIAS
Chicago, 9 de agosto de 1979
VOLVIÓ AL PRESENTE, BOQUEANDO, PERO el aire no entraba en sus pulmones. Presa de pánico, buscó con el pie el borde de la banqueta hasta que pudo apoyar los dedos sobre la superficie plana de madera. Se afirmó sobre ella, alivió la presión alrededor de su cuello y aspiró grandes bocanadas de aire mientras su víctima caía frente a él. Las piernas ya no la sostenían. Se desmoronó en el suelo y el peso de su cuerpo jaló del extremo de la cuerda del lado de él, hasta que el grueso nudo de seguridad se atascó en la polea de ese lado, manteniendo el lazo flojo alrededor de su cuello.
Se quitó el lazo y esperó unos minutos a que el enrojecimiento de la piel se aplacara. Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos esta vez. A pesar del protector de goma espuma que llevaba puesto alrededor del cuello, tendría que buscar la forma de ocultar las marcas violáceas que se le habían hecho. Debía ser más cuidadoso que nunca. El público había comenzado a entender la situación. Habían aparecido artículos en los periódicos. Las autoridades habían emitido advertencias y el miedo comenzaba a permear el aire de verano. Desde que la gente había comenzado a tomar conciencia de los hechos, él se había mostrado cuidadoso en la persecución y meticuloso en los planes; era preciso cubrirse y no dejar rastros. Había encontrado el lugar ideal para ocultar los cuerpos. Pero controlar La Euforia era más difícil y temía ser incapaz de disimular la adrenalina que lo embargaba en los días subsiguientes a las sesiones. Lo más inteligente sería suspender todo, mantener un perfil bajo y aguardar a que se calmaran las aguas. Pero le resultaba imposible suprimir la necesidad de esa Euforia: era el centro de su existencia.