Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн

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No era casualidad que este último episodio de angina de pecho coincidiera con la llegada de la carta de la junta de libertad condicional que estaba sobre la mesa de noche. Había leído la carta antes de dormirse. Junto a la misiva, había una citación del juez para una reunión. Se levantó de la cama, tomó el documento y, con la camiseta empapada de sudor frío pegada contra la piel, bajó la escalera y se dirigió a su despacho. Giró la cerradura con combinación de la caja fuerte que estaba debajo del escritorio y abrió la puerta. Dentro había un montón de cartas antiguas de la junta de libertad condicional, a la que agregó la nueva.

La primera carta le había llegado hacía una década. Dos veces al año, la junta se reunía con su cliente, le denegaba la libertad y explicaba su decisión en un ensayo cuidadosamente redactado, a prueba de apelaciones y reclamos. Pero el año pasado había llegado un documento diferente. Era una carta larga del presidente de la junta, que describía en gran detalle lo impactados que estaban por el progreso de su cliente a lo largo de los años y por cómo su cliente era la definición misma de la palabra “rehabilitación”. Los dolores de pecho comenzaron después de leer la oración final de la carta, donde la junta manifestaba entusiasmo por la próxima reunión y daba a entender que a su cliente le aguardaban buenas noticias.

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