Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн

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La enfermera acomodó las almohadas detrás de la cabeza de Greta y dejó un vaso blanco de poliestireno con un sorbete en la mesa alta movible.

—Aquí tienes agua, querida. Y no hay sangre por ningún lado. Detesto la sangre, por eso trabajo aquí.

—¿Hace cuánto que está así?

La enfermera miró a Rory.

—Casi todo el día. Ayer estuvo muy bien. Pero, como sabes, la demencia las lleva a otra parte de sus vidas. A veces es por poco tiempo, en otras ocasiones se hace más largo. Ya pasará.

Rory asintió y señaló el vaso de poliestireno.

—La haré beber agua.

La enfermera sonrió.

—Llámame si necesitas algo.

En cuando se fue la enfermera, Greta volvió a fijar los ojos en Rory.

—Traté de salvarte. Había demasiada sangre.

Greta había sido enfermera, y aunque hacía muchísimos años que no trabajaba, la demencia que le despedazaba la mente la retrotraía a los momentos más oscuros de su profesión.

Su tía abuela volvió a fijar la vista en el televisor. Rory comprendió que no sería una buena visita. Greta tenía noventa y dos años y su capacidad mental oscilaba entre grandes altibajos. A veces estaba afilada como siempre. En otras ocasiones, como hoy y las últimas dos semanas, desde que se había enterado de la muerte del padre de Rory, se perdía en el pasado, en un mundo en el que Rory no podía entrar. En los últimos años, el mejor momento para encontrarla coherente había sido por la noche. A veces Rory llegaba y se iba en cuestión de minutos. Otros días, cuando la tía Greta estaba lúcida y conversadora, se quedaba hasta la madrugada, hablando y riendo como recordaba haberlo hecho de niña. Pocas personas comprendían completamente a Rory Moore. Su tía Greta era una de ellas.

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