Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн

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Greta la miró y dejó de succionarse los labios. Luego asintió levemente con la cabeza.

—Genial —dijo Rory—. Eres lo máximo. Y me enseñaste todo lo que sé. En la próxima visita traeré tus pinturas y pinceles, así me ayudas.

Se volvió a sentar junto a la cama, tomó la mano de la anciana nuevamente y pasó una hora mirando la televisión sin volumen hasta que estuvo segura de que su tía se había quedado dormida.

CAPÍTULO 8

Chicago, 16 de octubre de 2019

RORY DETUVO EL COCHE FRENTE a su casa de estilo bungalow y lo aparcó en la calle, entre los automóviles de sus vecinos. Eran poco más de las once de la noche y se sentía bien luego de haber visitado a Greta. No siempre le sucedía eso después de dejar a la anciana.

La enfermedad de Alzheimer y la demencia senil le habían robado casi toda su esencia, convirtiéndola a veces en una anciana mala que escupía insultos, como un marinero ebrio, e instantes después balbuceaba incoherencias. A pesar de la ferocidad de ese lado negativo, Rory lo prefería antes que ver a su tía hecha un fantasma con los ojos vacíos, como sucedía a veces cuando la visitaba. Toleraba bien cada una de sus personalidades porque, en ocasiones como hoy, aparecía un atisbo de la mujer a la que ella había querido toda su vida. Había sido una buena noche.

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