Читать книгу Hay quienes eligen la oscuridad (versión latinoamericana). Cinco mujeres desaparecidas y ningún culpable онлайн
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—Greta, ¿recuerdas lo que te conté sobre papá? ¿Sobre Frank, tu sobrino?
Greta se succionó los labios.
—El funeral fue la semana pasada. Quise llevarte, pero no estabas bien.
Greta vio que la anciana se mordía los labios con más intensidad.
—No te perdiste nada. Excepto verme retorciéndome en un rincón, tratando de evitar a todo el mundo. Me habrías venido muy bien como fachada, ancianita.
Greta le dirigió una rápida mirada y un atisbo de sonrisa. Rory se dio cuenta de que había logrado penetrar en la mente de ella en una noche que había prometido muy poco.
—¿Qué mejor forma de lograr que nadie se fije en mí que entrar empujando la silla de ruedas de una ancianita a la que todos adoran?
Sintió que su tía le apretaba la mano. Una lágrima se formó en el párpado de Greta y le rodó por la mejilla. Rory se puso de pie y extrajo rápidamente un pañuelo de papel tisú de la caja para enjugarle el rostro.
—Oye —dijo, intentando hacer contacto visual, cosa que por lo general evitaba—. Necesito que me ayudes con algo. Es una muñeca Kestner con una rotura seria en el ojo izquierdo. Puedo reparar la rotura, pero tal vez necesite ayuda con la pintura. La porcelana está gastada y voy a tener que pintar encima del epoxi. ¿Quieres darme una mano?