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–Son programas que el computador me dice que los instale, y los instalo –explicó Esteban.

Las miradas de los detectives se cruzaron, Rojas demostraba algo de fastidio y Julia compasión.

Llegó María del Carmen con los tés. Le ofreció uno a Rodrigo pero éste no quiso. Julia saboreó el suyo; era de jazmín, su favorito. No todo podía ir tan mal.

–¿Por qué nos dio la dirección de sus padres? –preguntó Julia como con descuido. Notó una cierta inquietud entre Esteban y María del Carmen.

–Lo lamento. Hasta hace poco vivía aquí y por costumbre suelo dar su número de departamento en lugar del mío.

–Qué suerte. Porque el té está muy rico. ¿De verdad no quiere, detective? –Julia le preguntó a Vanessa.

–No –respondió ella, aburrida. Su paciencia empezaba a acabarse. Ahora intentaba abrir el navegador de internet pero también resultaba ser un proceso tortuoso; el programa tenía agregados una serie de complementos: noticias, barras de Altavista, Yahoo, Starmedia, Google y otras más.

–Aparte de ustedes, ¿quién más ha ocupado internet desde aquí? –preguntó Julia a los padres.

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