Читать книгу El Pueblo del hielo 10 - Tormenta de invierno онлайн
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Solo hablaron sobre asuntos superficiales. Villemo intentó no sujetarlo con demasiada firmeza. Hacía toda clase de movimientos pequeños con las manos en la montura, en el caballo, en la capa de Dominic, rozando con mucha suavidad la zona alrededor de la cintura del muchacho. Al final, aquello hizo que él perdiera la paciencia.
—Siéntate como corresponde y sujétate con firmeza. ¡Y ya no te comportes como una araña nerviosa! ¡Pareciera que tienes miedo de que te seduzca!
Villemo se ruborizó de nuevo.
—No pienses que estoy entusiasmada por sentarme tan cerca de ti —respondió ella, exaltada. Eso hizo reír a Dominic.
—Querida Villemo, por supuesto que no pienso que me deseas.
El modo en que lo dijo sonaba como si él supiera qué le preocupaba a Villemo.
***
Kaleb saludó a Dominic con entusiasmo y lamentó que Gabriella no estuviera en casa.
—¿Y Tristan? —dijo Dominic—. ¿Dónde está?
—Tampoco está en casa —respondió Kaleb—. Cabalgó hasta el Bosque Negro en busca de su abrigo de lana porque cree haberlo olvidado allí.