Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
1107 страница из 1361
En verdad, podría dudar alguien, diciendo que aunque sea necesario al mundo el ejercicio del imperio, esto no hace que sea suma la autoridad del príncipe romano, la cual se pretende demostrar; porque el poderío romano no se adquirió por la razón ni por decreto de universal convenio, sino por la fuerza, que parece contraria a la razón. A esto se puede responder fácilmente que la elección de este sumo oficial debía proceder primeramente del consejo que a todos provee, es decir, Dios; de otro modo la elección no hubiera sido igual para todos, dado que antes del oficial susodicho nadie se proponía el bien de todos. Y como quiera que no ha habido ni hay más suave naturalidad en el mundo, más fuerza en mantenerlo ni más sutileza en conquistarlo que la de la gente latina -como se puede ver por experiencia-, y principalmente la del pueblo santo, que llevaba mezclada con la suya sangre troyana, Dios lo eligió para tal ejercicio. Pues como quiera que no se podía llegar a obtenerlo sin grandísima virtud, y se requería la mayor y más humana benignidad par ejercerlo, éste era el pueblo mejor dispuesto para el caso. De aquí que no fue por la fuerza adquirido por la gente romana, sino de manos de la Providencia, que está sobre toda razón. Y en ello está de acuerdo Virgilio cuando dice, hablando en nombre de Dios: «A estos -es decir, a los romanos-, no les pongo límites de cosa ni de tiempo, pues que les he dado el imperio sin fin». La fuerza, pues, no fue causa inicial, como creía el que cavilaba, sino causa instrumental, como los golpes del martillo son causa del cuchillo y el alma del herrero es causa eficiente y moviente; así, pues, no la fuerza, sino la razón, y lo que es más, divina, ha sido el origen del romano imperio. Y que es así, se puede ver con dos razones clarísimas, las cuales demuestran que esa ciudad es emperatriz, que ha tenido en Dios especial nacimiento y por Dios ha sido especialmente creada. Mas, puesto que en este capítulo no se podría tratar de esto sin exclusiva extensión, y los capítulos largos son enemigos de la memoria, seguiré con la digresión en otro capítulo, para demostrar las razones apuntadas, no exentas de gran utilidad y deleite.