Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

1158 страница из 1361

Y está de acuerdo con la opinión de Tulio en el de Senectud, en que hablando en nombre de Catón, dice: «Por lo cual descendió en nosotros el alma celestial, venida del altísimo habitáculo a un lugar contrario a la naturaleza divina y a la eternidad. Y en este alma está su virtud propia, y la intelectual y la divina, es decir, la influencia que se ha dicho; por lo cual, está escrito en el libro de las Causas: «Toda alma noble tiene tres operaciones, a saber: animal, intelectual y divina. Y algunos hay que opinan que si todas las virtudes precedentes se concertasen para producir un alma, en su mejor disposición, tanta sería la parte que de la deidad descendería en ella, que casi sería un Dios encarnado; y esto es casi todo lo que por vía natural se puede decir.

Por vía teológica se puede decir que, pues la suma deidad, esto es, Dios, ve preparada su criatura para recibir su beneficio, tanta es su generosidad cuarto está preparada para recibirla. Y como quiera que estos dones proceden de inefable caridad, y la divina caridad es propia del Espíritu Santo, de aquí que se les llame dones del Espíritu Santo. Los cuales, según los distingue el profeta Isaías, son siete, a saber: sabiduría, intelecto, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. ¡Oh, buenas cosechas y buena y admirable simiente! ¡Oh, admirable y buen sembrador, que no esperas sino a que la Naturaleza humana te prepare la tierra para sembrar! ¡Oh, bienaventurados aquellos que tal simiente cultivan como es menester! Donde se ha de saber que el primero y noble tallo que de esta simiente germina para dar su fruto, será el apetito del

Правообладателям