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Y que no diga nadie que todo apetito es ánimo, porque aquí se entiende por ánimo solamente lo que respecta a la parte racional, esto es, la voluntad y el intelecto. De modo que si se quisiese llamar ánimo al apetito sensitivo, aquí no ha lugar la instancia ni puede tenerlo; porque nadie duda que el apetito racional es más noble que el sensual, y, por lo tanto, más armable; y así lo es éste de que ahora se habla.

A la verdad, el uso de nuestro ánimo es doble, es decir, práctico y especulativo -práctico es tanto cuanto operativo-, y uno y otro sobremanera deleitosos; aunque mal lo sea el de la contemplación, como más arriba se ha dicho. El del práctico consiste en que obremos virtuosamente, es decir, honestamente, con prudencia, con templanza, con fortaleza y con justicia; el del especulativo consiste, no en obrar nosotros, sino en considerar las obras de Dios y de la Naturaleza. Y uno y otro uso son nuestra bienaventuranza y suma felicidad, como puede verse. La cual es la dulzura de la semilla susodicha, como ahora se ve manifiestamente, a la que muchas veces no llega esta semilla, por haber sido mal cultivada o por haberse desviado su producción.

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