Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
1273 страница из 1361
Fuese como fuese y sin que supieran exactamente cómo había ido la cosa, acabaron por resolver que Carlos almorzaría con el capitán en casa de su padre.
Ana lo comprendió. Federico quiso evitar verla. Supo que había preguntado por ella al pasar, como si se hubiese tratado de cualquier vieja amistad sin mayor importancia, sin parecer conocerla más de lo que ella le había conocido, y procediendo, quizá, con la misma intención de rehuir la presentación cuando se encontrasen.
En la quinta siempre se levantaban más tarde que en la otra casa; pero al día siguiente, la diferencia fue tan grande que Ana y María empezaban sólo a desayunar cuando llegó Carlos a decirles que iban a salir en aquel momento y que había ido a buscar a sus perros. Sus hermanas venían tras él con el capitán Wentworth, pues las chicas querían ver a María y al niño, y el capitán deseaba también saludarla si no había inconveniente. Carlos le había dicho que el estado del chico no era de cuidado, pero el capitán Wentworth no se habría quedado tranquilo si él no hubiese corrido a prevenirla.