Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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Se tocó la cabeza muy serio, y yo asentí.

—Si hubiera vivido, habría llegado a ser un gran hombre. Un hombre como James J. Hill. Habría contribuido a levantar el país.

—Eso es verdad —dije, incómodo.

Trató de quitar la colcha bordada de la cama, se tumbó muy derecho y se durmió instantáneamente.

Esa noche llamó por teléfono una persona que no podía ocultar su pánico, y que quiso saber quién era yo antes de decirme su nombre.

—Habla con mister Carraway —le dije.

—Ah —sonó más tranquilo—. Soy Klipspringer.

Yo también me sentí más tranquilo, porque su llamada parecía prometer otro amigo para el entierro de Gatsby. No quería anunciarlo en los periódicos y atraer a una multitud que acudiera como quien va a un espectáculo, así que hice unas cuantas llamadas telefónicas. No era fácil encontrar a nadie.

—El funeral es mañana —le dije a Klipspringer—. A las tres, en la casa. Avísele a todo el que pueda estar interesado…

—Ah, sí —me cortó—. No creo que vea a nadie, pero lo haré si tengo ocasión.

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