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—Cambiaría la luz —dijo al cabo de un momento—. Me gustaría resaltar el modelado de las facciones, e intentaría captar el pelo de la nuca.

—Yo no cambiaría la luz —proclamó mistress McKee—. Me parece que es…

Su marido dijo «Shsss» y todos volvimos a mirar a la modelo, cuando Tom bostezó audiblemente y se puso de pie.

—Beban algo, pareja —les dijo a los McKee—. Trae más hielo y más agua mineral, Myrtle, antes de que se duerma todo el mundo.

—Mira que le dije al chico que trajera hielo —Myrtle levantó las cejas, desesperada por la holgazanería de las clases bajas—. ¡Qué gente! Tienes que estar detrás de ellos todo el tiempo.

Me miró y se rio sin motivo. Luego cogió y besó al perro en un arrebato y entró majestuosamente en la cocina como si un equipo de cocineros estuviera esperando sus órdenes.

—En Long Island he hecho cosas muy interesantes —declaró mister McKee.

Tom lo miró sin entenderlo.

—Dos las tenemos enmarcadas abajo.

—¿Dos qué? —preguntó Tom.

—Dos estudios. Uno lo he titulado Montauk Point: las gaviotas, y el otro Montauk Point: el mar.

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