Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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«¿Una explicación?», probablemente te dirás, «¿qué puede tener que explicar Elizabeth?». Si de verdad piensas eso, mis preguntas ya se han respondido, y no tengo más que hacer que firmar con un «Tu prima que te quiere». Pero estamos muy lejos, y es posible que temas y, sin embargo, agradezcas esta explicación; y, teniendo en cuenta la posibilidad de que tal sea el caso, no me atrevo a posponer más lo que, durante tu ausencia, he deseado comentarte muy a menudo y para lo cual nunca he reunido el suficiente valor.

Tú sabes bien, Victor, que mis tíos siempre pensaron en nuestra unión, incluso desde nuestra infancia. Así se nos dijo cuando éramos jóvenes y nos enseñaron a considerar ese futuro como un acontecimiento que sin duda tendría lugar. Fuimos cariñosos compañeros de juegos durante nuestra niñez y, creo, buenos y sinceros amigos cuando crecimos. Pero del mismo modo que un hermano y una hermana mantienen una cariñosa relación sin desear una unión más íntima, ¿no puede ser este también nuestro caso? Dime, querido Victor… Contéstame, y te lo pido por nuestra felicidad mutua, con una sencilla verdad: ¿amas a otra?

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