Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн
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—¡Dios mío! ¡Dios mío! —exclamó la niña con gran desazón—. Le debe haber caído encima la casa. ¿Qué haremos ahora?
—Nada se puede hacer —fue la tranquila respuesta de la ancianita.
—¿Pero quién era? —quiso saber Dorothy.
—La Maligna Bruja del Oriente, como ya te dije. La que tenía esclavizados a los Munchkins desde hacía años, obligándolos a trabajar para ella noche y día. Ahora se han liberado, y te agradecen el favor.
—¿Quiénes son los Munchkins? —preguntó Dorothy.
—La gente que vive en esta tierra del Oriente, donde mandaba la Bruja Maligna.
—¿Y usted es una Munchkins?
—No, pero soy amiga de ellos, aunque vivo en las tierras del Norte. Cuando vieron que la Bruja del Oriente estaba muerta, los Munchkins me enviaron un mensajero a toda prisa y vine al instante. Yo soy la Bruja del Norte.
—¡Cielos! —exclamó Dorothy—. ¿Una bruja verdadera?
—En efecto —respondió la ancianita—. Pero soy una bruja buena y la gente me quiere. No soy tan poderosa como lo era la Bruja Maligna del Norte, que gobernaba aquí, pues de otro modo yo misma habría liberado a la gente.