Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

629 страница из 1361

"Mi abuelo era por aquel entonces el Rey de los Monos Alados que vivían en el bosque próximo al palacio de Gayelette, y al viejo le gustaban más las bromas que darse un buen banquete. Un día, poco antes de la boda, mi abuelo estaba volando con su banda cuando vio a Quelala caminando por la orilla del río. El mozo vestía un lujoso traje de seda rosada y terciopelo púrpura, y a mi abuelo se le ocurrió ver cómo reaccionaba a sus bromas, así que bajó con su banda, se apoderó de Quelala, lo llevó consigo hasta el centro del río y allí lo dejó caer al agua.

"—Nada un poco, amigo —le gritó mi abuelo—, y fíjate si el agua te ha manchado las ropas.

"Quelala era demasiado prudente como para no nadar, y en nada le había afectado su buena fortuna. Se echó a reír al sacar la cabeza a la superficie y fue nadando hasta la costa. Pero cuando Gayelette fue corriendo hacia él, vio que el agua le había arruinado sus lujosos ropajes.

"La princesa se puso furiosa, y, por cierto, no ignoraba quién era el culpable, de modo que hizo presentarse ante ella a todos los Monos Alados y dijo al principio que se les deberían atar las alas y arrojarlos al río, tal como ellos lo habían hecho con Quelala. Pero mi abuelo rogó con gran humildad que los perdonara, pues sabía que los Monos se ahogarían en el río con las alas atadas. Por su parte, Quelala intercedió en favor de ellos, de modo que Gayelette les perdonó al fin, con la condición de que los Monos Alados deberían de allí en adelante obedecer por tres veces al poseedor del Gorro de Oro. Este Gorro se había confeccionado como regalo de bodas para Quelala, y se comentaba que había costado a la princesa un equivalente a la mitad de su reino. Claro que mi abuelo y todos sus súbditos accedieron sin vacilar, y es así como ocurre que somos tres veces esclavos del poseedor del Gorro de Oro, sea éste quien fuere.

Правообладателям