Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

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—¿Y si llamáramos a los ratones? —dijo ella—. Probablemente conozcan el camino que lleva a la Ciudad Esmeralda.

—Seguro que sí —exclamó el Espantapájaros—. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?

Dorothy hizo sonar el silbato que le había regalado la Reina de los Ratones, y en pocos minutos se oyó el ruido de muchísimas patitas, luego de lo cual vieron una multitud de ratones. Entre ellos estaba la Reina, quien preguntó con su vocecita aflautada:

—¿En qué podemos servirles, amigos míos?

—Nos hemos perdido —le dijo Dorothy—. ¿Puedes decirnos dónde está la Ciudad Esmeralda?

—Claro que sí —fue la respuesta—. Pero está muy lejos; ustedes han viajado en dirección contraria todo el tiempo. —Entonces la Reina observó el Gorro de Oro que tenía puesto Dorothy y agregó—: ¿Por qué no empleas la magia del Gorro y llamas a los Monos Alados? Ellos los llevarán a la Ciudad de Oz en menos de una hora.

—Ignoraba que el Gorro fuera mágico —contestó Dorothy, muy sorprendida—. ¿Cómo es esa magia?

—Está escrita dentro del Gorro de Oro —le informó la Reina—. Pero si vas a llamar a los Monos Alados tendremos que huir, pues son muy traviesos y les divierte molestarnos.

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