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—Lo echaré abajo para que podamos recobrar las ropas.

Ahora bien, mientras los hojalateros habían estado remendando al Leñador, uno de los Winkies, que era orfebre, había hecho un mango de oro puro para el hacha a fin de reemplazar al que estaba roto. Otros pulieron la hoja hasta eliminar todo el óxido, de manera que ahora relucía como si fuera de plata.

Sin perder tiempo, el Leñador empezó a golpear con su hacha, derribando en poco tiempo el árbol, y de entre sus ramas cayeron las ropas del Espantapájaros.

Dorothy las recogió e hizo que los Winkies las llevaran de regreso al castillo, donde las rellenaron con paja limpia... y he aquí que apareció otra vez el Espantapájaros, tan bueno como nuevo, y dándoles profusas gracias por haberlo salvado.

Ahora que estaban todos reunidos, Dorothy y sus amigos pasaron unos días maravillosos en el castillo, donde había todo lo necesario para que estuvieran cómodos.

Pero llegó el momento en que la niña volvió a pensar en su tía Em y dijo:

—Tenemos que volver a donde está Oz y pedirle que cumpla su promesa.

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