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Cuando llegaron al castillo la niña preguntó a los Winkies:

—¿Hay hojalateros entre ustedes?

—Claro que sí, y bastante hábiles —le contestaron.

—Entonces vayan a buscarlos —ordenó ella. Y cuando llegaron los hojalateros con todas sus herramientas, les preguntó—: ¿Pueden arreglar esas abolladuras del Leñador, darle nuevamente su forma y soldar las partes que tiene rotas?

Los hojalateros examinaron a la víctima con gran atención y respondieron que creían poder arreglarlo para que quedara tan bueno como nuevo. Acto seguido se pusieron a trabajar en uno de los grandes salones del castillo y no cesaron de hacerlo durante cuatro días con sus noches, martillando, torciendo, moldeando, soldando y puliendo el cuerpo, los miembros y la cabeza del Leñador hasta que al fin le hubieron dado su antigua forma y sus coyunturas funcionaron como antes. Claro que le quedaron algunos remiendos, pero los obreros hicieron un buen trabajo, y como el paciente no era vanidoso, no le molestaron en absoluto aquellos remiendos.

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