Читать книгу 100 Clásicos de la Literatura онлайн

624 страница из 1361

La mañana siguiente amaneció nublado, pero partieron de todos modos, como si estuvieran seguros de su derrotero.

—Si caminamos lo suficiente, alguna vez llegaremos a alguna parte —dijo Dorothy.

Pero pasaron los días sin que vieran ante ellos otra cosa que los campos cubiertos de flores. El Espantapájaros empezó a refunfuñar.

—Es seguro que nos hemos extraviado —dijo—, y a menos que encontremos el rumbo a tiempo para llegar a la Ciudad Esmeralda, jamás conseguiré mi cerebro.

—Ni yo mi corazón —declaró el Leñador—. Estoy impaciente por ver de nuevo a Oz, y la verdad es que este viaje se está haciendo muy largo.

—Por mi parte —gimió el León Cobarde—, no tengo valor para seguir caminando sin llegar a ninguna parte.

Al oír esto, Dorothy perdió el ánimo, se sentó en la hierba y miró a sus compañeros, los que también se sentaron a su alrededor. En cuanto a Toto, por primera vez en su vida estaba demasiado cansado para perseguir a una mariposa que pasó rozándole la cabeza. El pobre perrito sacó la lengua, se puso a jadear y miro a su amita como preguntándole qué podrían hacer.

Правообладателям