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Fue inmensa la alegría de los liberados, pues la Bruja Maligna habíalos obligado a trabajar duramente durante muchísimos años, tratándolos siempre con extrema crueldad. Ese día lo declararon feriado para entonces y el futuro, y siempre lo dedicaron a bailar y divertirse.

—¡Ah! —suspiró el León—. Sería feliz si estuvieran con nosotros el Espantapájaros y el Leñador.

—¿No crees que podríamos rescatarlos? —preguntó la niña.

—Podemos intentarlo —repuso el felino.

Llamaron entonces a los Winkies y les preguntaron si los ayudarían a rescatar a sus amigos, a lo cual respondieron todos que con mucho gusto harían cualquier cosa por Dorothy, a que era su salvadora. La niña eligió a un grupo de Winkies que parecían más inteligentes que los otros y partieron en seguida. Viajaron todo ese día y parte del siguiente hasta llegar a la llanura rocosa donde yacía el Leñador completamente abollado y retorcido. Su hacha se hallaba cerca, pero la hoja habíase oxidado y el mango estaba roto.

Los Winkies lo levantaron con gran cuidado y lo llevaron de regreso al castillo, mientras que Dorothy derramaba algunas lágrimas por su amigo y el León mostrábase profundamente afligido.

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